Lo único que no podemos cambiar de nuestra casa es la dirección, lo demás está por decidir.

De hecho, si hiciésemos caso a los consejos que nos da el técnico que emite el, incrementaríamos el valor de nuestra vivienda hasta en un 25% y ahorraríamos en las facturas de energéticas. Según datos del Ministerio de Fomento, el 58% del parque inmobiliario es anterior a 1980 y seis millones de casas tienen más de 55 años de antigüedad, lo que viene a decir que la rehabilitación energética en España no es un tema baladí.

Por ello, más allá estimular el tejido productivo o aumentar el número de empleos en época de crisis, la rehabilitación energética de los edificios supone mucho más para los ciudadanos, ahorra energía y contribuye a:

  1. una mayor comodidad en nuestro hogar,
  2. reducir la contaminación atmosférica,
  3. mayor seguridad en el suministro energético,
  4. ahorrar, ya que no debemos olvidar que el coste de las energías renovables es más económico para el ciudadano.

Además, podemos hacer esfuerzos mayores o menores según nuestras circunstancias. Por ejemplo, si no estamos dispuestos (por las razones que sean) a vernos inmersos en una obra, podemos empezar por cambiar la iluminación, sustituir las bombillas por unas de bajo consumo. Sin embargo, si estamos dispuestos a hacer un esfuerzo mayor como cambiar la instalación térmica, introducir domótica o aislar la fachada, deberíamos tener en cuenta que existen ayudas para hacer una rehabilitación energética. No hay que negar que el hecho de que este tipo de reformas tengan ayudas, hace que el impulso de la rehabilitación energética sea un doble para reto España: por un lado se trata de conseguir una mayor independencia energética y por el otro posibilita la creación de empleos. Sin embargo, el principal beneficiado a corto plazo de una rehabilitación energética es el ciudadano que consigue que su vivienda edificada hace más de veinte años se convierta en un hogar, dulce hogar.